Martes de Carnaval


El ramo vestido
Este es el día cumbre de la celebración del carnaval, en el cuál se hace la síntesis que hemos mencionado antes: de las ánimas con el carnaval. Se comienza la jornada de madrugada, en casa del general, allí, a la puerta de su casa, se ha plantado el Ramo, un palo grueso vertical de casi dos metros de altura, a lo largo del cual existen tres hileras de palos más delgados, de medio metro de longitud, empotrados a ciento veinte grados alrededor del contorno del mástil. Contemplado sin vestir, se asemeja a una espiga de trigo gigante con sus raspas. El mástil se ancla en unas andas para poder ser transportado a hombros. Una vez instalado sobre un tablado que se construye con mesas de tarima, comienza la vestidura del Ramo por parte de la soldadesca. Las roscas hechas la tarde anterior esperan en las banastas para ser introducidas en las estacas del Ramo, que han recubierto con ramas de olivo hasta conseguir un diámetro similar al interior de las roscas, de esta forma quedan fijas y no giran, así, rosca tras rosca se van introduciendo en las múltiples estacas hasta completar el Ramo.
Mientras dura esta ceremonia, las campanas de la iglesia no dejan de doblar, y las escopetas de los asistentes no dejan de disparar salvas.
Una vez colocadas las roscas, el conjunto lo revisten de serpentinas y por ultimo colocan una pequeña bandera roja en la picota. La soldadesca se retira pero montan guardia al lado del Ramo dos de los sargentos con sus alabardas, que van turnándose cada dos horas hasta que llega el momento de alzarlo.
La soldadesca comienza a desfilar al punto de la mañana
Cuando amanece comienzan los ritos de todos los días, la ronda del aguardiente y la recogida, pero esta vez la comitiva no se dirige desde el ayuntamiento a la iglesia, sino que toda ella se traslada a casa del general a llevar a cabo el alza del Ramo. Este es otro de los momentos álgidos de la fiesta, cuando el Ramo es izado a los hombros de los que le van a transportar por las calles del pueblo hasta la iglesia, se produce un estruendo ensordecedor, pues todas las escopetas de los asistentes al acto disparan repetidamente salvas.

Con paso lento, propiciado por el redoble de los tambores, la comitiva con el Ramo se dirige a la iglesia. En este recorrido del Ramo por las calles, el abanderado precede a la comitiva y, con la bandera desplegada, va haciendo alardes de destreza, pasándola de una mano a otra y ondeándola sin parar. El color de este día es el morado. A lo largo del recorrido los estampidos de las escopetas resuenan sin parar. En esta especie de procesión laica, las sargentas llevan las alabardas de los sargentos a la vez que las suyas, ya que aquellos junto con sus familiares y amigos son los encargados de transportar el Ramo. En la iglesia el sacerdote bendice el Ramo.
Después de la misa, la comitiva y todo el gentío se dirigen al cementerio, llevan una corona de laurel para colocarla en un crucero existente en le centro del camposanto. El cortejo va en silencio y el tambor suena con un ritmo lento. Cuando llegan, el cura reza un responso por las ánimas.

El ramo y la comitiva camino de la iglesia
Terminado el rezo del responso la soldadesca desfila lentamente por entre las tumbas, hasta que una vez alcanzada la calle el ritmo del tambor se aviva y comienza la fiesta.
De nuevo se repite los de los días anteriores: convite en casa del cura, carreras de los sargentos alrededor de la comitiva cruzándose las alabardas, izado de los abanderados y baile del Serengue.
A primera hora de la tarde, después de la recogida, la comitiva se acerca a la iglesia a rescatar el Ramo, que es donde ha estado recogido y custodiado por los sargentos, desde que le llevaran allí por la mañana. La salida del Ramo de la iglesia es otro de los momentos álgidos, por el colorido de la vestimenta de la soldadesca, ya que si por la mañana iban de morado, y el color incitaba al recogimiento y al silencio, por la tarde se desborda el colorido en los refajos de las participantes del carnaval, que lucen de manera exorbitante con el sol de finales del invierno. Otra vez se pasea el Ramo por las calles hasta la plaza del pueblo, otra vez los estruendos de las salvas, el humo de la pólvora quemada, el sonido del tambor por las calles. El abanderado vuelve a lucirse presidiendo la comitiva haciendo alardes con la bandera.

El tambor suena todo el tiempo
Los tambores continúan sonando. Cuando llega la comitiva a la plaza el Ramo se deposita en un soporte de mesas de tarima, escuchándose un estruendo producido por las salvas de las escopetas, y comienzan a repartirse las roscas del mismo.
Previamente se ha establecido un estrado, presidido por el alcalde, el juez, el cura y el cabo de la guardia civil, en uno de los laterales de la plaza, no lejos de donde se ha depositado el Ramo. A continuación, cambia el ritmo de los tambores y se inicia un ofertorio al que acuden toda la soldadesca, danzando al son del compás del tambor, encabezada por los generales que portan la rosca más grande del Ramo.
Comienzan a aparecer los vecinos con máscaras y disfraces por las bocacalles que confluyen en la plaza. El jolgorio se incrementa. Los miembros de la soldadesca llevan a los grupos de vecinos, con o sin disfraces, hacia el estrado. El rito consiste en hacer una reverencia ante el crucifijo y besar la estola al tiempo que se deposita un donativo en la bandeja del estrado presidencial. Todo el que está presente hace la ofrenda las veces que le saque la soldadesca.
Las roscas se siguen vendiendo y poco a poco el Ramo se desviste.

La gente disfrazada vuelve de ofertar con la soldadesca
Cuando se han vendido todas las roscas y queda exenta la armadura del ramo, uno de los tamborileros se sube a las andas y queda encajado entre dos de la hileras de las estacas que servían de soporte a las roscas, y comienza a hacer sonar el tambor con un ritmo vivo, momento en que cuatro de los sargentos toman las andas con el tamborilero encima y a carrera desaparecen por una de las bocacalles camino del sitio donde guardarán el palo hasta el próximo año.

Ramo desvestido
Pero la fiesta en la plaza sigue, las máscaras se pasean de un sitio para otro, y aparecen grupos de mujeres conatuendos regionales, entre los que destacan el mantón de múltiples colores, el refajo de vuelo, el mandil y el jubón, traje femenino diferente del que llevan las sargentas, pero más parecido al de las mujeres de cargos superiores, que se enriquece con un llamativo aderezo formado por pendientes de oro de ingeniosa arquitectura y hermosa gargantilla. Vienen cantando letrillas tradicionales. Todos pasan una y otra vez por el estrado y alrededor de los grupos la soldadesca no deja de bailar. Este estado de jolgorio continua hasta que la luz de la tarde desaparece, entonces las soldadesca pasea con los tamborileros por todo el pueblo llevando a los generales a su casa y se dispersan.
Por la noche el general da una fiesta en el salón de baile, a la cual acuden los vecinos invitados. Se prolonga con un baile al que acude todo el pueblo hasta la madrugada.